Los 10 contras de la energía nuclear

Energía nuclearEn el debate sobre si aumentar el uso de la energía nuclear o apostar sobre su paulatina desaparición a medida que las renovables ocupen su espacio hay muchos mitos y desinformación. Pero hay muchas realidades constatadas contra la energía nuclear que debemos considerar:

1. El uranio es un mineral escaso en la naturaleza. Con el nivel de consumo actual se estima que duraría en torno a un siglo antes de agotarse, mientras que si se abren nuevas centrales nucleares como pide la industria, nos quedaríamos sin uranio en cuarenta años. Además, el coste ahora bajo del mineral iría aumentado exponencialmente a medida que nos viéramos obligados a explotar yacimientos menos rentables. En este estudio se hace un análisis perfecto de las reservas de uranio y su duración según diferentes escenarios de uso. Otro inconveniente es que el uranio es imprescindible para fines médicos y científicos o incluso alimentarios (irradiación de alimentos), utilidades que perderíamos con su agotamiento como combustible.

2. Perpetúa la dependencia exterior de la producción energética. Si uno de los grandes inconvenientes del petróleo y el gas es que nos obliga a comprarlo en el exterior, subvencionando con su compra la existencia de regímenes dictatoriales y forzándonos a ser amigos de sus tiranos, con el uranio repetiríamos el error, si bien es cierto que los países beneficiados con el cambio de fiel de la balanza no tienen esta naturaleza política. Según datos del Foro de la Industria Nuclear, el 24,5 % de las reservas de uranio en el mundo se encuentran en Australia, el 17,3 % en Kazakhstán, el 13 % en Canadá y el 8,6 % en Sudáfrica. Tan sólo el 1,2% de las reservas de uranio en el mundo están en Europa. La energía nuclear nos vuelve a dejar en manos de los mercados y los especuladores que los controlan.

3. Las centrales nucleares son un posible objetivo de ataques terroristas o bélicos. Aunque podemos extremar las medidas de protección, es imposible reducir a cero el riesgo de que un grupo terrorista decida atacar una central y provocar con ello una catástrofe. Tampoco nadie puede asegurar que en el transcurso de una guerra las centrales vayan a resultar indemnes, ya sea por agresión voluntaria o accidental.

4. Riesgo en caso de catástrofes naturales. Tenemos que aprender de Japón y Fukushima. Uno de los países tecnológicamente más avanzados del mundo no ha podido evitar que un seísmo y el posterior tsunami provocaran el segundo accidente nuclear más grave de la historia. Que este terremoto es inusual, cierto. Pero ha sucedido. Lo inusual no es imposible y dejar nuestra supervivencia en manos del azar no parece lo más inteligente. Podemos reducir al mínimo los riesgos eligiendo con prudencia la ubicación de las centrales pero nunca podremos reducir a cero los riesgos.

5. Errores humanos. Es la variable de los riesgos que más podemos controlar, tanto con la multiplicación de las capas de seguridad como con la ayuda de la tecnología. Sin embargo, la decisión humana siempre estará presente en la resolución de problemas y con ella la posibilidad del error.

6. El coste y tiempo de construcción de las centrales. Este asunto es controvertido. Las cifras que promete la industria son la mitad de lo que estiman sus críticos, lo que supone una horquilla que va desde los 2500 millones de euros hasta los 6000 millones de euros. Como ejemplo ilustrativo podemos considerar la construcción de la central finlandesa de Olkiluoto 3, la primera en construcción en Europa en los últimos 30 años: se inició en el año 2000, con un presupuesto de 3000 millones y el objetivo de entrar en funcionamiento en 2009. Sin embargo, aún siguen las obras con 2013 como nueva fecha de arranque y ya se han gastado 5300 millones en su construcción, con muchas posibilidades de que el gasto final ronde los 6000. No hay que olvidar que este desmedido coste es asumido por el Estado con dinero público (aunque luego son entregadas a empresas privadas para su gestión) y las plantas carecen de seguros que cubran los accidentes ya que ninguna compañía asume los enormes riesgos. Un último apunte: la moratoria nuclear en España terminó en 1997. Si ninguna empresa ha construido una central es porque no le resulta rentable hacerlo. Son demasiado caras, digan lo que digan.

7. Residuos nucleares. La energía nuclear nos condena a gestionar durante miles de años los residuos altamente radiactivos que produce. Sólo podemos almacenarlos en lugar seguro y costear su mantenimiento. Según datos de Greenpeace, a España le costará 17.000 millones euros mantener a buen recaudo estos residuos sólo hasta el año 2070. El reciclaje de estos residuos que Miguel Sebastián, portavoz del lobby nuclear ministro de Industria, preconiza en un acto más de insultante demagogia no es más que un deseo en investigación.

8. Deja la generación de energía en manos de grandes grupos. Las centrales nucleares mantendrían el oligopolio empresarial que controla la energía actualmente en las mismas manos, dejando al capricho de sus decisiones el coste de la electricidad. Éste es precisamente el punto clave que hace a la industria temer a las energías renovables: apostar por ella descentralizaría la producción, permitiría a individuos o grupos independizarse de las grandes empresas. Un pueblo podría decidir crear su propia huerto solar combinado con eólica, geotérmica y biomasa, por ejemplo, y decir adiós para siempre a Iberdrola.

9. Genera poco empleo. Según el Secretariado de la Conferencia Internacional de Energías Renovables de 2004, la nuclear es la fuente de energía que menos empleo genera por unidad de energía producida. En España, la tecnología sería importada, las empresas constructoras serían extranjeras y el empleo final sería escaso. Negocio redondo en un país con una tasa de paro del 20% actualmente.

10. Impide el cambio de conciencia social hacia la moderación del consumo. La falsa sensación de electricidad barata e infinita que producen las centrales nucleares incentivaría el despilfarro en lugar de favorecer que la energía empiece a considerarse como un bien preciado que hay que usar con prudencia. Si queremos un mundo más sostenible, este cambio ideológico es imprescindible.

David Avendaño
http://www.laaldeaglobal.com/
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