Disruptores endocrinos: una negación del estado de la ciencia

«El conocimiento científico actual«: Esto es lo que la Comisión Europea (CE) asegura estar utilizando para justificar sus tan criticadas decisiones en la regulación de los disruptores endocrinos (EDCs). Sin embargo, la Sociedad Endocrina, una importante sociedad académica, cree que la CE «ignora el estado de la ciencia«. ¿Cómo se puede explicar tal disparidad?

Para documentar sus consideraciones, la Dirección General de Salud y Seguridad Alimentaria (DG Salud), responsable del caso en la CE, llevó a cabo una evaluación de impacto de más de 400 páginas, que fue publicado en junio después de haber estado bajo llave como un secreto de estado (Le Monde, 20-21 de mayo). ¿A qué «conocimiento científico» específico se refiere?

Por encima de todo, la CE cita la opinión emitida en 2013 por una de sus agencias oficiales, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Esta opinión es de hecho la base de su propuesta de regulación. Pero el proceso de toma de decisiones comenzó en 2009 y el «conocimiento científico» sobre los EDCs ha evolucionado considerablemente desde entonces. La Sociedad de Endocrinología produjo una revisión científica en 2015.

Fueron examinadas 1.322 publicaciones que habían sido publicadas desde su última revisión, que fue en realidad en 2009. Conclusión? No dejan «ninguna duda de que los EDCs están contribuyendo al aumento de las cargas de enfermedades crónicas relacionadas con la obesidad, la diabetes mellitus, la reproducción, la tiroides, los cánceres y las funciones neuroendocrinas y del neurodesarrollo.» En 2013, unos 20 investigadores, tras casi 2 años de trabajo auspiciado por la Organización Mundial de la Salud (WHO) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), habían llegado a conclusiones similares. Su informe hizo sonar la alarma sobre una «amenaza global que necesita ser resuelta«.

INTERPRETACIÓN CONTROVERTIDA

Estas recientes incorporaciones al «conocimiento científico» se mencionan en la evaluación de impacto de la CE, pero son descalificadas argumentando que no merecen ser consideradas. «La evidencia está dispersa y su interpretación es controvertida«, dice el informe de evaluación, «de modo que no hay acuerdo entre los expertos acerca de un vínculo causal o incluso una posible asociación entre la exposición ambiental a EDC y las enfermedades«. Esto reduce a la Sociedad Endocrina a un «interesado» que ha emitido una «declaración». En cuanto al informe de WHO/UNEP, indica que «se levantó una crítica científica a la metodología general utilizada …«, citando una serie de publicaciones que, según ella, demuestran que la controversia «parece no estar resuelta». ¿Pero qué publicaciones serían tan contundentes como para refutar el trabajo realizado por los especialistas más respetados en el campo?

Los comentarios negativos de la CE se basan en «comentarios críticos« que desafían los métodos y conclusiones del informe de WHO/UNEP, publicados en 2014. Entre los diez autores de los comentarios, siete trabajan para dos compañías de consultoría, Exponent y Gradient Corp, que se especializan en temas científicos y son conocidas como «firmas de defensa de productos».

Pero, lo que es más importante, fue la industria la que patrocinó el artículo a través de sus lobbies CEFIC (European Chemical Industry Council) y American Chemistry Council, del sector químico, y CropLife America, CropLife Canada, CropLife International y European Crop Protection Association, del sector de pesticidas.

LEYENDA URBANA

Nada de esto puede ser desconocido para los servicios de la CE. Estos patrocinadores no sólo aparecen claramente en la declaración de intereses al final del artículo, sino que la propia industria los envía. CEFIC lo envió por e-mail a una treintena de funcionarios europeos involucrados en el caso el 17 de marzo de 2014. En un mensaje consultado por Le Monde, los industriales explican que «se le ha encomendado a un grupo de expertos científicos la revisión independiente del informe de WHO/UNEP«, temiendo que «a pesar de sus graves deficiencias, se estaba utilizando para exigir una política de precaución más química«.

Otras publicaciones citadas en el estudio de impacto incluyen un artículo de dos páginas, uno de cuyos firmantes es una persona más conocida por su papel como consultor de la industria del tabaco que por su competencia sobre este tema. Entre sus co-autores se encuentran toxicólogos pagados por las industrias química, de pesticidas y de plásticos. Otro artículo tiene de nuevo dos consultores de los tres autores y habla de los EDC como una «leyenda urbana» que presenta riesgos para la salud «imaginarios». Se burlan de los efectos «hipotéticos» de los EDC, como la «reducción de la longitud y el tamaño del pene«, plantean la cuestión de «si toda la cuestión de la ECD es más competencia del Dr. Sigmund Freud que la de la toxicología«.

¿Pueden realmente estos textos incorporarse al «conocimiento científico»? ¿Por qué la CE da tanto crédito a documentos que parecen ser material de los lobbies? En un importante editorial publicado hoy en Le Monde [29 de noviembre de 2016], científicos independientes expresan su preocupación por una «distorsión de la evidencia por parte de actores patrocinados por la industria«. Firmado por un centenar de expertos procedentes de dos campos muy distintos -la disrupción endocrina y el cambio climático- su texto señala las «peligrosas consecuencias para la salud de las personas y el medio ambiente» de esta estrategia de «fabricación de duda«.

Traducción al español del artículo de Stéphane Horel Perturbateurs endocriniens : un déni de l’état de la science, publicado por Le Monde el 29 de Noviembre de 2016 y traducido al ingles por Health & Environment Alliance (HEAL). Es la segunda parte de una serie de tres artículos.

La primera parte AQUI, la tercera parte AQUI

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