El machismo como una realidad social borbónica

La sociedad española ha demostrado que sigue colocando a la mujer como jefa del hogar, asumiendo el machismo como inevitable y mostrando que otras opciones sexuales no es fruto de la reflexión.

Cuando se organizan encuestas de alcance nacional, efectuadas en épocas complicadas para la subsistencia (yo diría en lenguaje popular, bastante jodidas), los resultados arrojan cierta luz entre tanta oscuridad e hipocresía gubernamentales,  como respuesta al falso escenario que producen miles de focos, que apuntan a un público cegado a su vez por esa basura en mil colores llamada televisión privada y pública (hago mención puntual al intermitente oasis que resulta la 2ª Cadena de RTVE), provocándose en algunos apartados de dichos sondeos, unas deducciones tan divertidas como penosas desde un estricto análisis del comportamiento humano. Me explico.

El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) lanzó el resumen de su más reciente encuesta (Julio de 2010) en la que, a pesar de los esfuerzos del lamentable ministro Alfredito Rubalcaba y su no menos patético ad látere Tony Camacho (el que negaba la tortura ante una TV extranjera, zanjando de forma ineducada y repentina la entrevista que se le hacía sobre el tema), el terrorismo ocupa el séptimo lugar en las preocupaciones del ciudadano, con un   porcentaje del 9%, mientras que el paro se eleva como el número 1 de los temas más agobiantes para un 75%, seguido de la inseguridad ciudadana y la imposibilidad de adquirir una vivienda, demostrando a las claras que la sociedad española está tan adormecida, que sólo parece despertar a la realidad cuando la cuenta corriente comienza a teñirse de números rojos.

Pero lo más chocante es que casi la mitad de las personas consultadas (que confieren al sondeo una fiabilidad técnica del 98%) opinan también que, en caso de que alguno de los cónyuges de una pareja heterosexual tuviese que dejar el trabajo para atender a los hijos y el hogar, debería ser la mujer la encargada de reducir su horario o abandonar sus labores profesionales en detrimento del esposo o compañero.

Tan masivo apoyo a dicha opción, ha dejado de piedra a quienes consideraban que eso que llaman España, había entrado, gracias a Felipe González y Pedro Almodóvar, en la modernidad absoluta, a la que prestaban su firma y colorido, sonrisas y besos, los miles de alegres homosexuales que aún siguen desfilando por las calles europeas, no por celebrar nada, sino porque saben que el Día del Orgullo Gay no ha sido digerido aún por la sociedad del viejo continente (véase lo sucedido en Belgrado, ayer mismo), por muchas que sean las personas que aplaudan y jaleen su presencia en las calles.

Una cosa es predicar y otra dar trigo, dice el aserto, y aunque ciertamente no exista una descarada discriminación en el mercado laboral por motivos de opción sexual; aunque haya algún Guardia Civil del sexo masculino viviendo en el cuartel emparejado con su novio, aunque todos los programas de televisión (lamentablemente sólo los dedicados al detritus informativo y el cotilleo marujil) ofrezcan trabajo a decenas de homosexuales, con preferencia al del género masculino, o aunque los clubs y bares de alterne se llenen de la jovialidad e ingenio de algunos de ellos, resulta en extremo curioso que las personas homosexuales del género femenino, no participen en asuntos tan triviales, dejando establecida una diferencia básica entre ambos colectivos, cual es el sentido de la responsabilidad intelectual de la persona, marginalmente a su condición sexual, desechando ser exhibidas en los medios como un fenómeno ornamental, con tendencia a la payasada en sesión continua. Resulta tan chocante, como presenciar la estúpida risa de quienes se carcajean porque un hombre se disfrace de chica-boom, mientras que ese mismo público esboza un rictus de incomodidad manifiesta cuando es la mujer quien se viste con terno masculino.

La sociedad española ha demostrado con esa decisión, no sólo que sigue colocando a la mujer como jefa del hogar, asumiendo el machismo como inevitable y mostrando que esa pretendida tolerancia acerca de otras opciones sexuales no es fruto de la reflexión, sino del regusto por el divertimento y la juerga a la española, como en recientes etapas de la lamentable historia política de esa patraña llamada España, como decía mi amigo Pepe Rubianes, uno de los más añorados e inteligentes trabajadores de la ironía y el sarcasmo.

Pero a la hora de evitar que salgan a la luz asuntos como el que comento, que retratan a la sociedad española como es y no como quiere el PPSOE que fuera, ahí está una de las ministras más preocupada por la moda que por los asuntos políticos, la vicepresidenta del gobierno María Teresa Fernández de la Vega, que hace pocas semanas presionaba, al parecer, a la ya ex directora de ese Centro de Investigaciones Sociológicas, Belén Barreiro, para que alterase sustancialmente el trabajo de campo del último barómetro de intención de voto, con la finalidad de favorecer a José Luis Rodríguez Zapatero. Barreiro se negó a cumplir la sugerencia de la vicepresidenta, y el Consejo de Ministros la destituyó fulminantemente a los pocos días. Parece mentira que una funcionaria, nombrada por el partido nacionalsocialista, se negara a alterar los resultados de un sondeo; ¡qué descaro, qué descoco¡…

El CIS ha consagrado, a pesar de la vicepresidenta y sus vestidos de boutique cinco estrellas, que el machismo hispánico sigue colocando a la mujer como estampa hogareña ideal, lo que me hace pensar en las verdaderas intenciones que se ocultan tras los nombramientos de Carme Chacón, Cristina Garmendia, Leire Pajín, Bibiana Aido, y demás ministras zapateristas, que no zapatistas, que sería muy diferente, oiga usted. Los machos del PPSOE están esperando otra crisis más aguda, para enviarles a cuidar del hogar y de los nenes.

Dicen que la España Imperial, esa que arrebata de pasión al Borbón franquista, lleva más que quinientos años disfrutando de su dominio linguístico, de un pasado glorioso y victorioso, en el que refulgen las gestas genocidas de Colón, Pizarro o Hernán Cortés, o más recientemente el logro del Campeonato Mundial de Fútbol, los lauros de Nadal, Alonso o Pedrosa, el romance de Javier Bardem con Penélope Cruz y el Nobel de Vargas Llosa (peruano, nacionalizado español, pero residente en Londres y declarando impuestos en Panamá), al que por cierto no han podido abrazar ni Camino José Cela o Henry Kissinger, que hubieran estremecido de placer al gran amigo del genocida José María Aznar, por cierto un chivo siempre de fiesta.

Pero los gobiernos de esa España tan imperial, precisa de una imperiosa necesidad de catarsis nacional. Una de las cuentas pendientes que no han pagado aún, desde que decidieron que el régimen monárquico se había dotado de una suerte de democracia, es su nula voluntad por organizar referéndums consultivos y vinculantes, para que sea la ciudadanía quien decida en temas como participación en guerras e invasiones, monarquía o república, en las medidas que hay que adoptar para frenar la especulación de la banca privada, el aborto, la abolición de la tortura, el respeto al hábeas corpus, la pena de muerte o el sistema carcelario, la emigración y protección del medio ambiente. Tal vez fuera mucha democracia para tanto franquista.

En la consulta celebrada sobre la entrada o NO en la criminal organización terrorista OTAN, aquellas plagas de aspecto humanoide llamadas Felipe González y Javier Solana, fueron tan respetuosos con la decisión del pueblo español que, antes del resultado final de la votación, decían en sus corrillos de pelotilleros y mamporreros de confianza:Y aunque digan  NO, van a entrar por cojones”.

Y así nos va, señores Borbón, Rajoy y Zapatero; hasta la prensa norteamericana les agradece su pleitesía, tachando a su España de Tortura y Pandereta como un país en el que la fiesta, la juerga y el alcohol no dejan ver el drama de su próxima crisis.

Y encima, machista.

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