Introducción a las Consideraciones Feministas: Por una Revolución Sin Género

Por Aurora

(Publicado en  el Periódico La Revuelta Epistémica,

No. 2, Año 1, Mayo-Junio, 2015, pp. 9-11)

Al hablar de feminismo, uno de los primeros temas que en abordarse es la igualdad de género,pero, tan sólo el emplear el término “género” como precursor de identidad, es ya por el sólo concepto, referir a una inevitable diferencia, no sólo biológica, sino social, intelectual, incluso política.

Comencemos por analizar: ¿qué es el género en-si? La mayoría tiende a comprender este concepto como aquello que biológicamente nos posiciona entre ser “Mujeres” o ser “Hombres”, pero, va más allá de esta nimia concepción. La ejecución de estas consideraciones genéricas ha llevado a la sociedad a determinar el comportamiento humano y las relaciones de poder, las políticas de dominación etc. a partir del sexo de cada individuo y nos conduce a que inconscientemente actuemos y pensemos sólo dentro de las limitaciones que “corresponden” a nuestro género. Con esto no niego las existentes diferencias ya mencionadas, sino que, abogo por un desarrollo, sin limitaciones genéricas, de nuestras capacidades. Esto únicamente ha de lograrse a partir de la conciencia de estas evidente diferencias que, claro está, no han de elevar a un sexo sobre otro, sino que, conducen a cada individuo –independientemente de su posición genérica- a luchar por el libre ejercicio y desarrollo de sus capacidades en una sociedad igualitaria, que no se logrará ni con el feminismo ni con algún otro pensamiento que abarque únicamente una parte del todo-social, me refiero: a la transformación de la realidad.

¿Qué pasa entonces con quienes reivindican una “igualdad de género”? En primera instancia. Desde la denominación que dan a lo que buscan, se ejecuta una contradicción. Puesuna cosa es buscar igualdad social, igualdad política, igualdad valorativa –o de valoración de las capacidades-, etc. y otra, jugarle a la “equidad” a partir del aislamiento entre géneros con la cual se busca la elevación de un género por sobre del otro. Uno de los principales errores en los que ha caído el feminismo contemporáneo es precisamente que ha creído que esta “igualdad” refiere a que la mujer accione y piense de la misma manera que el hombre en ámbitos socio-políticos– o intente hacerlo. Pero el hecho de que la Historia haya subestimado a la mujer y colocado al hombre como precursor único de lo trascendente no significa que tengan una superioridad tal que nos conduzca a la creencia de que, para ser las mujeres trascendentes en la historia, tienen que ser como ellos o posicionarse por encima de ellos, siendo que, realmente, lo que nos hace trascender es el elevar nuestras ya adquiridas capacidades a partir de una valoración de lo que Somos verdaderamente y no de lo que intentamos Ser. A esto es a lo que nos conduce el verdadero feminismo, no a imitar al hombre para pretender ser “iguales”. Ya no estamos en condiciones de generar rivalidades frívolas, pues para alcanzar la Revolución social es necesario contribuir todos como individuos y roturar la historia patriarcal de bronce.

Es lamentable que estos verdaderos motivos lógicos y racionales por los que surgió el movimiento feminista se vean tergiversados y remplazados por los objetivos absurdos de índole moral, contra-cultural e idealista en los que ahora se enfoca el “feminismo radical”. Y al ser fines absurdos, los medios se tornan aún más ajenos a la verdadera lucha política, que será el único medio hacia la emancipación de los prejuicios que nosotros nos hemos inventado.

El origen del movimiento feminista radicó en las condiciones represivas en las que se encontraban las mujeres (1). Reprimidas siempre por el Estado el sistema económico capitalista, por la cultura misma, el patriarcado, por la religión, su sexualidad… y en resumen, reprimidas por el Género mismo. Hubo un instante en que las mujeres notaron la necesidad de inmiscuirse en la lucha política y armada (2) y luchar de la mano con sus compañeros, lo cual, condujo a una Rebelión en contra de los aparatos represivos mencionados. Tenemos como ejemplo de lo anterior a la Francia del siglo XVIII (3).

Hoy en día, esta lucha pasó a convertirse en lo que tiene apariencia de ser contienda incesante de sexos que pretenden “igualarse”, ¿Pero, cómo? Si el feminismo se ha vuelto la ideología –si así pudiese llamársele- que más recurre al “ad-hominem” (4), pues no hace sino atacar al hombre por el sólo hecho de ser hombre (5).

Se ha dicho que “La Revolución será Feminista o no será”, pues “no hay Revolución sin las mujeres”, pero, para que esto pudiese lograrse, primero deberán revolucionarse las percepciones que se tienen del feminismo, pues tampoco habrá Revolución si no existe armonía y apoyo colectivo entre individuos. No debemos olvidar contra qué aparatos estamos luchando, no se trata de combatir entre géneros, sino de eliminar las limitaciones que éstos traen consigo.

En la Revolución, si logramos una unificación táctico-ideológica, tal que nos conduzca a la victoria, ya no habrá importancia de distinguirnos genéricamente.


(1) Aunque esto no fue siempre así, si nos remontamos en la historia y en los inicios de la familia sindiásmica:

“Entre todos los salvajes y en todas las tribus que se encuentran en los estadios inferior, medio y, en parte, hasta superior de la barbarie, la mujer no sólo es libre, sino que está muy considerada”, nos dice Engels. Sin embargo, el aumento de las riquezas y el origen de la propiedad privada “daban, por una parte, al hombre una posición más importante que a la mujer en la familia y, por otra parte, hacían que naciera en él la idea de valerse de esta ventaja para modificar en provecho de sus hijos el orden de herencia establecido. Pero esto no podía hacerse mientras permaneciera vigente la filiación según el derecho materno. Este tenía que ser abolido, y lo fue… El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre…” (Engels, Friedrich, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Barcelona, Crítica, 2010, pp. 80-82).

Y así cómo se originó el sistema patriarcal en las familias, poniendo al hombre como el controlador de las condiciones de vida.

(2) Ejemplifico aquí con Las Milicianas de Rojava o el YPG (Unidades de Protección Popular), que son grupos de mujeres que se han levantado en armas para la protección de las comunidades kurdas, que han tenido la necesidad de luchar por liberación de su pueblo y por su liberación misma; “Las mujeres soldado” que durante la Revolución Mexicana combatieron junto a los hombres, entre ellas, Petra Herrra y la célebre magonista Margarita Ortega; o el ejército delPartido Pantera Negra que buscaba la liberación de las comunidades negras africanas, teniendo aKathleen Cleaver Neal como la primera mujer en formar parte del órgano de decisión de esta organización política.

(3) En Bergerac, Francia, de 1770 a 1789, las mujeres participaron muy activamente en los motines a favor de la tasación del trigo y ya en 1789-1790 reclaman franquicia, el derecho de votar a representarse a sí mismas. “Jules Michelet en alguna de sus obras mencionará que desde el levantamiento feminista en Grenoble de 1788 hasta la ‘Revolución de octubre francesa’ serían obra ya equitativa de las mujeres con respecto al sexo masculino, pues aunque fueran minorías en las calles, luchaban codo a codo con sus compañeros” (Reyes, Demián, Hermenéutica de las Prisiones, México, Revuelta Epistémica, 2015, p. 41.).

(4) O falacia “contra el hombre”, mediante la cual se refuta la postura de alguien rebatiendo contra la persona que la sostiene, en vez de argumentar contra la postura misma.

(5) Excluyo, claro está, los actos en los que verdaderamente existe la represión ejercida por uno/s hombre/s hacia la mujer.

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