Mario González sigue en la cárcel «por desobediente y rebelde»

MarioEl joven anarquista cumple un año de un encierro “abrumador, deprimente y sofocante”, con un recurso legal pendiente que podría devolverle la libertad.

México, Distrito Federal. “El gobierno me quiere mantener el mayor tiempo posible en la cárcel”, sostiene el estudiante y anarquista Jorge Mario González García, a un par de días de cumplir un año en la cárcel, sentenciado a cinco años y nueve meses de reclusión por ataques a la paz pública. Su situación, aunque tranquila, no deja de ser la de un encierro “abrumador, deprimente y sofocante”.

Detenido el 2 de octubre del 2013, mientras se dirigía a la marcha conmemorativa de la masacre de Tlatelolco, en plena ola de aprehensiones de jóvenes manifestantes y “encapsulamiento” de protestas, sostiene que para los movimientos sociales “no todo está perdido, y no falta mucho para que lleguen tiempos mejores que nos harán acabar con la opresión”.

En entrevista escrita con Desinformémonos, el joven estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Naucalpan visualiza su situación como una forma en que el gobierno quiere dar una lección a la sociedad por si piensa en rebelarse o en no respetar a la autoridad. Es, resume, “como el niño castigado con las orejas de burro en un rincón, por latoso”, por no respetar las leyes “que sólo defienden lo material y son utilizadas por los poderosos para mantenernos en la miseria y justificar la explotación”.

Jorge Mario González es, a un año de su encarcelamiento y con un recurso judicial pendiente, un preso anarquista bastante simbólico. Su caso reúne las características que, juntas o por separado, se viven en otras detenciones de jóvenes que se manifiestan en el Distrito Federal: fue detenido arbitrariamente, torturado, se le revocó la libertad condicional a la que tenía derecho por considerarlo un “peligro social”, y fue sentenciado a cinco años y nueve meses de prisión a pesar de que los policías no lo imputaron directamente, ni se comprobaron daños materiales en el lugar de los supuestos hechos, informan en la página dedicada a la solidaridad con este preso.

Mario González considera que el año de encierro que lleva, y los más de cinco años de condena impuesta, se deben no a que él particularmente sea un “peligro” para el gobierno, sino a que “el ideal anarquista atenta contra cualquier gobierno, y quien se inclina en su pensar y actuar a tal tendencia pasa inmediatamente a ser enemigo de la dominación”.

Para enero de 2014, apenas a un año de la toma de posesión del jefe de gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, se contaron más de 500 jóvenes detenidos en el transcurso de manifestaciones, algunos de los cuales fueron a dar a los reclusorios, y muchos otros debieron pagar fianzas de centenares de miles de pesos. Los procesos jurídicos son calificados por abogados y defensores de derechos humanos como burdos montajes: declaraciones falsas de la parte acusadora, jueces actuando bajo consigna clara del gobierno y desestimando las pruebas que la defensa presenta. En la mayoría de las detenciones se denunciaron golpizas y tortura física y psicológica. En esta situación, sostiene el joven preso, es necesario que esté claro que “las instituciones del Estado son las encargadas de encarcelarnos, y por eso es una ilusión creer que ellas mismas nos excarcelarán. Eso depende un@ misma y de su actuar, no de las instituciones, en este caso en específico de las encargadas de la ‘impartición de justicia’”.

El joven estudiante realizó, como protesta por su encarcelamiento, una huelga de hambre que duró 56 días, y la levantó a inicios de diciembre de 2013, cuando los daños a su cuerpo estuvieron a punto de ser irreversibles. “Por una parte ayudó a presionar, y por otra a seguir causando molestia al gobierno por desobediente y rebelde, porque aun preso seguí sin alinearme y chingando de alguna manera”, analiza. A pesar del clamor de las organizaciones sociales, los jueces no movieron un ápice su postura. “La pura huelga de hambre no bastó para salir de prisión”, reconoce. Ahora, informa, su salud es estable “gracias al cuidado y recomendaciones del equipo médico que me acompañó durante la huelga”.

Antes de que Mario González fuera detenido, participó en las protestas estudiantiles contra las reformas a la educación media superior. Fue expulsado junto con otros estudiantes, que exigieron su reinstalación mediante un plantón en la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ya preso, fue echado de forma definitiva.

El anarquista recalca que “la libertad del o de la secuestrada por el Estado depende del actuar de una misma y de la solidaridad que defiende los intereses de clase exigiendo y presionando al Estado”. Pero más allá, a mediano plazo, “es necesario sembrar los cimientos que exterminen a todo tipo de gobierno y sus instituciones, porque sus principios parten de un gobernador y un gobernado, de un amo y una esclava, de alguien de arriba que aplasta al de abajo”. Mientras esto persista, insiste, las cárceles no dejarán de ser llenadas de pobres, excluidas y disidentes, “o sea, llenadas por la clase oprimida que es criminalizada”.

No está perdida la batalla por las calles

González García no está de acuerdo con que en la capital de México existan más libertades para manifestarse; sostiene que se trata simplemente de una válvula de escape de un pode centralizado en una ciudad sobrepoblada  “para que la sociedad no estalle de descontento, para que la clase oprimida no se subleve con tal fuerza que ponga el peligro al poder”. Es, en suma, una “estrategia necesaria para el mantenimiento del poder”.

A pesar de los continuos episodios de represión a manifestaciones, “encapsulamiento” de contingentes que marchan, y la normalización de los operativos para impedir protestas, Mario González no cree que los movimientos hayan perdido la batalla por las calles de la capital “ni en ningún terreno”, aunque se quiera imponer el miedo “para lograr la inactividad y pérdida de fuerza de tales movimientos”, y anuncia: “si es cierto que existen malos tiempos para el oprimido, también es cierto que llegan momentos en los cuales el descontento se vuelve incontenible, y el miedo es vencido por tanta furia causada por la injusta opresión sin límite en la que se vive”.

Estudiante y anarquista, Jorge Mario González vive su encarcelamiento en la torre médica del reclusorio de Tepepan como “un proceso de formación teórica y de aprendizaje y estudio del sistema carcelario”. Señala que su ideal anticarcelario se reafirmó con nuevos elementos “que demuestran el absurdo de la existencia de las prisiones”, y que la población que ahí está es, en su mayoría, enemiga del sistema, “mano de obra barata para los verdaderos delincuentes, y víctimas de un proyecto infame”.

Reconoce que ha pasado por toda clase de emociones, desde alegrías hasta profundas tristezas, “angustias, miedos y desesperación, pero he aprendido que la humanidad suele tener una fortaleza impresionante”. Su vida como preso, por supuesto, no la considera buena, pero intenta sacar lo mejor de la situación de forma que tenga las menos repercusiones posibles.

Si el recurso de amparo que está próximo a resolverse confirma su pena, Mario enfrenta la posibilidad de quedarse cuatro años más en prisión. “En el ambiente carcelario se le puede considerar una pena insignificante, pero no dejan de ser otros cuatro abriles secuestrado”, precisa. Sabe que, con los antecedentes de su caso –la calificación de “peligro social”, la negativa a la libertad bajo fianza, la condena bajo señalamientos “de oídas” como prueba-, el proceso judicial puede salir mal, lo que lo obligará a “aprender a jugar lo mejor posible la cárcel”.

 “Cuando salga, lo primero que pienso hacer es estar con mi compañera y agradecerles a todas las organizaciones y personas por su invaluable solidaridad en este duro proceso”, finaliza.

+ Información: http://solidaridadmariogonzalez.wordpress.com/

ADAZAHIRA CHÁVEZ
http://desinformemonos.org/2014/09/mario-gonzalez-sigue-en-la-carcel-por-desobediente-y-rebelde/
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