Un sistema dinerario libertario

La Economía originalmente significaba “la administración del hogar” que por la manipulación de la semántica pasa a explicarse como la “administración de recursos escasos para necesidades crecientes”. La escasez es un término complejo, como caro y barato, solo entendible si se lo compara con otras dos variables. Por ejemplo, un coche a 100 euros es barato, pero una barra de pan a 100 euros es cara; de forma similar, con 1000 litros de leche 10 lactantes tienen abundancia y 10 alcohólicos escasez. Si modificamos la demanda o la oferta, desaparece el problema (nos curamos del alcoholismo o canjeamos la leche por vino). Esta argumentación es aplicable a cualquier otra materia prima de la que el ser humano seguramente pueda encontrar su superación y/o sustitución.

La pregunta a plantearse es: ¿Dónde está la escasez?

La única verdadera escasez es la provocada intencionalmente por el sistema monetario y crediticio imperante. La base monetaria (monedas y billetes de curso legal) resulta ser del 1 al 3% del total de los llamados derivados financieros (oferta monetaria), o sea que el dinero bancario resulta ser, como mínimo, el 97% del circulante que nutre la economía; gracias a que cada vez que un banco otorga un préstamo “crea de la nada” el dinero que dice “prestar”.  

Al firmar un préstamo, el consumidor, que aún no recibió nada, le da al banco un “título valor”, que le aumenta su patrimonio (¿si te dieran un pagaré garantizado por 100.000 euros a cambio de nada; ¿no serías más rico?). Al aumentar su activo, la entidad puede “sacar” de su pasivo los préstamos, que nos ingresa en una cuenta, considerándolo como depósitos. Se nos dice que el dinero depositado es nuestro y está en custodia, pero la realidad es que el dinero pasa a ser del banco. Por medio de la teoría del “depósito irregular” la jurisprudencia del Tribunal Supremo español afirma que como el billete que ingresamos en el banco (por ej. 100 euros) no es el billete físico que se nos devuelve, la entidad actuó como dueño del primer billete. Por lo tanto, el billete dado fue un préstamo que le hicimos al banco y sólo tenemos la promesa y el derecho a que este nos devuelva el llamado “tantundem”: misma cantidad “100”, misma calidad “euro”. Así se aumenta el dinero de libre circulación y de esa forma crece la oferta monetaria. (Recomiendo ver las tres partes de “El dinero es deuda” –
https://youtu.be/zigHDdIosM8; ver “Los amos del dinero” –
https://youtu.be/T14lvfZCY-M; leer el libro “Hechiceros del dinero” – http://pi0.webcindario.com/LosHechicerosdelDinerodeSmithy.doc y las explicaciones técnicas, a partir de la página 135 del libro “Dinero, crédito bancario y ciclos económicos” de Jesús Huerta de Soto, aunque no es de despreciar las primeras partes por su relato histórico del tema).

Pero más allá del fraude y del abuso que lo antes dicho implica, la banca se arroga el derecho a cobrar un interés financiero que resulta ser el mayor problema, ya que no existe en el sistema, pero a partir de ese momento lo debemos. Y la siguiente pregunta es: ¿De dónde sacaremos el dinero para poder pagar los intereses?

Esa es la verdadera escasez. No existe forma para que dispongamos del dinero necesario para hacer frente a los intereses. Las soluciones que el sistema nos “propone” son tres, una peor que otra:

1.- Desde lo personal, ir a quitar a otra persona esos recursos que me resultan escasos y así poder pagar el tributo del interés (Competencia evolutiva según A. Smith).

2.- Desde lo público, que el gobierno emita más dinero físico, con el resultado del impuesto inflacionario que todos pagamos.

3.- En general, pedir más crédito al banquero y aumentar el problema, la dependencia y los intereses, cayendo en un círculo vicioso de esclavitud.

Así como el problema de la democracia se encuentra en dar el poder a unas determinadas personas, el sistema antes explicado les da el poder absoluto a otras.

Mucho se discute sobre si el dinero debe ser virtual o físico; sobre que el respaldo sea en oro o simplemente “fiat” (basado en la confianza); si el emisor es público o son corporaciones privadas; pero lo que nadie plantea es el alcance que tiene ceder la facultad y el poder de la emisión monetaria. Bueno es saber que no existe ninguna norma legal que autorice a los bancos el dar préstamos de la forma antes explicada, ni que debamos aceptar ese dinero que no es de curso legal.

El oligopolio en la emisión monetaria es la mayor fuente de poder que nos podamos imaginar. Sólo debemos pensar, a título personal, en las posibilidades que nos brindaría poder emitir unidades económicas de un dinero común, ya que el dinero es un medio de pago, comúnmente aceptado en un grupo social, para la cancelación de obligaciones nacidas a partir del intercambio de bienes y servicios.

El tema es por demás apasionante, con muchísimas aristas, pero comprendiendo el sistema actual crediticio y la emisión ficticia de dinero por parte de los bancos deberíamos poder respondernos las siguientes preguntas:

1.-          ¿Quién firma el crédito que el banco capitaliza para poder dar el crédito?

2.-         ¿Quién garantiza y avala el crédito que el banco “presta”?

3.-         ¿Quién genera la riqueza que paga el crédito que el banco “presta”?

4.-         ¿De quién son los bienes que garantizan el crédito que el banco “presta”?

Como verán, somos la respuesta a las cuatro preguntas. Entonces lo siguiente es plantearnos: ¿para qué necesitamos a los bancos? Y la evidencia es: para nada relacionado con la emisión o préstamo de dinero ficticio.

Si compartimos lo dicho por Errico Malatesta que «Anarquista es, por definición, aquél que no quiere estar oprimido y no quiere ser opresor; aquél que quiere el máximo bienestar, la máxima libertad, el máximo desarrollo posible para todos los seres humanos.”, es de comprender que un sistema dinerario anarquista al ser de libre emisión y carecer de interés evita las dos situaciones antes descritas: ni da poder, ni provoca opresión.”

En realidad, con sólo cumplir la primera condición ya es innecesario prevenir la última. Si puedo emitir responsablemente dinero; ¿para qué pedírselo a otro, pagando intereses? (lo que demuestra que es un chantaje por abuso de posición). Todo lo demás son cuestiones técnicas a decidir por cada grupo social que utilice el sistema. (Recomiendo leer el libro “Dinero sin Inflación ni Tasas de Interés” de la recordada Margrit Kennedy – buscar link free)

La libre emisión lleva a la abundancia y esta hace desaparecer la competencia, por innecesaria, abriendo paso a la cooperación evolutiva, superando a la competencia planteada por A. Smith.  

Si pensamos en qué usamos el dinero, comprenderemos que el consumo mensual está en sintonía con nuestra generación de recursos y la compra de bienes de importancia será garantizada con el valor de los mismos. Muy importante es comprender que el dinero que creamos es lo que solo deberemos “pagar”, sin intereses, comisiones y demás abusos. Por lo tanto, si bien los bienes pueden desvalorizarse, del mismo modo la deuda cada vez será menor.

En este sistema las deudas nacen para ser pagadas, cuando en el sistema actual es al revés, lo que da lugar a embargos, expolio y esclavitud. Y como la deuda cada vez será más pequeña, resultará más fácil obtener quién nos dé su aval, lo cual, además, tiene la virtud de crear tejido social.

Muchas personas podrán poner en marcha sus propios desarrollos al no competir las inversiones contra la renta parasitaria del dinero existente (la llamada tasa interna de retorno); los costos de los proyectos serán solo los de explotación. Ello dará lugar a que muchos emprendimientos, hoy tildados de no rentables, sean viables. Y al reunirse conocimientos y capacidades de emisión de dinero se podrán crear emprendimientos de más envergadura.

El nacimiento de más emprendedores, que dejarán de ser buscadores de empleo para pasar a ser ofertantes, quitará presión al mercado laboral. A ello se suma la ausencia de intereses parasitarios que dejará libre una renta con la que se podrá satisfacer las reivindicaciones de los trabajadores.

Es importante señalar que la emisión ni es espuria, ni parasitaria ya que se respalda en la confianza y en la generación de riqueza por todos. Al “pagar” las unidades económicas creadas, éstas se destruyen, por lo tanto, no se provoca inflación al no aumentarse el circulante. El dinero aparece y desaparece, quedando solo el producto del tráfico comercial. Y al desaparecer el interés, se reduciría el costo de la vida en un 35% (Margrit Kennedy).

Al no tener la ansiedad de la escasez superaremos el problema de la acumulación. Se dice que un millonario es un miedoso, que acumula porque teme no tener en el futuro.

Al no tener que generar beneficios extras para pagar los acuciantes préstamos con intereses, las empresas podrán dejar de lado la obsolescencia programada y caminar hacia la excelencia, dando lugar a nuevas estrategias publicitarias que comportarán modificaciones de hábitos de compra. A su vez, el consumismo será vencible ya que manejando el dinero nos haremos forzosamente pagadores y consumidores responsables.

Pagadores responsables: porque casi nadie querrá perder o ver bloqueada la capacidad de emisión monetaria como herramienta de su libertad, a salvo de casos de limitaciones severas cubiertas por medios sociales y los intentos de picardía de los llamados “free rider” o polizones del sistema.

Consumidores responsables y exigentes: porque en una economía de la abundancia y dentro de las posibilidades de cada uno en este sistema virtuoso adquiriremos y exigiremos los mejores productos y servicios, que nos hagan bien a nosotros, a los demás y al mundo en general, ya que en la actualidad la gente compra cosas de mala calidad por la simple razón que no tiene dinero para pagarlo.

La verdadera libertad la brinda la autonomía y ésta nace de la autosuficiencia. En el mundo globalizado y de alta tecnología de hoy, resulta impensable la autosuficiencia directa sin pérdida de calidad de conocimiento, de medios, de información y, en definitiva, porque no, de calidad de vida. La única forma de acceder a todo lo que necesitemos, aceptando la división eficiente del trabajo, es ser autosuficientes en la provisión de dinero para cancelar las obligaciones nacidas de los vínculos comerciales que establezcamos. Todo ello nos llevará a dos evoluciones.

Inicialmente comprenderemos que todo dependerá de nosotros mismos, por lo tanto, no caeremos en la trampa del comunismo, del falso socialismo o del populismo manipulador, pero tampoco caeremos en el consumismo rampante ya que sabemos que deberemos satisfacer lo generado y gastado, con riesgo para nuestro poder de emisión. A resultas de ello, podremos trabajar menos horas, teniendo tiempo para la evolución cultural y espiritual.

Ello no llevará junto a la ausencia de escasez, de ansiedad, de miedo, de dependencia y de la búsqueda de la excelencia a una etapa superior de evolución personal y social, que es la superación del lucro personal. Haremos las cosas por el placer de dar lo mejor de nosotros mismos a los demás. Si logramos dar ese paso cualitativo como humanidad, entonces se abre la puerta para la ausencia de dinero, ya que no necesitaremos contabilizar numéricamente nuestras ganancias y, por ende, quedará sin sentido la llamada propiedad privada (más allá de nuestras cosas más íntimas).

Oscar L. VIERA

olviera@icab.cat

Publicado originalmente en el nº 100 de la revista Al Margen

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