Brasil, deriva neoliberal y represión de los movimientos populares y el movimiento libertario

La situación social y política en Brasil es cada vez más comprometida. Desde la llegada al gobierno de Michel Temer mediante un golpe institucional y palaciego, la deriva neoliberal, en lo económico, y fascistizante, en lo relacionado con los derechos civiles, del gobierno del principal representante de los BRICS en América Latina, es cada vez más acusada. El gigante emergente ha iniciado un proceso cada vez más autoritario de enfrentamiento con los movimiento sociales al hilo del despliegue de toda una barahúnda de medidas de ajuste y reformas flexibilizadoras de la regulación laboral y de pensiones. El movimiento libertario, de hecho, ha sufrido también sus zarpazos.

El hombre  clave en las “tareas del gobierno Temer” es H. Meirelles, ministro de economía, que mantiene una política agresivamente neoliberal : sin reforma de las jubilaciones no se puede cumplir con la Enmienda Constitucional 95 aprobada hace un año (que limita el aumento del gasto público por 20 años); sin nuevas privatizaciones y externalizaciones  (que empezarían en breve con Electrobras) no habrá beneficios ampliados para las élites; sin desregulación de las actividades extractivas no  aumentará la inversión (y de ahí  la normativa en ciernes para habilitar la explotación minera en un área estratégica de la Amazonia); sin reforma laboral no se engrasarán las tuberías de un mercado laboral basado en la hiperexplotación y la flexibilidad  (una reforma que se plantea, incluso, modificar el significado legal del trabajo esclavo). Todo un recetario de ajuste neoliberal duro para la principal economía de América Latina.

Además, desde el punto de vista geoestratégico, la línea del nuevo gobierno brasileño es, también clara: subordinación frente a los intereses económicos y militares de Estados Unidos, y voluntad expresa de convertirse en plataforma militar de la agresividad imperialista del gigante del Norte, con preocupantes efectos sobre el equilibrio político en países vecinos como Venezuela. De hecho, del 6 al 12 de noviembre se ha llevado  a cabo un ejercicio militar conjunto auspiciado por las Fuerzas Armadas brasileñas en la triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú con la participación de Estados Unidos. El ejercicio se ha llamado “Operación América Unida” o “Amazonlog 17”.

Por primera vez en décadas, se ha instalado una base militar internacional temporal en la ciudad de Tabatinga (Amazonas, Brasil) fronteriza con Colombia y Perú. El ejercicio ha tenido el objetivo “oficial” de prepararse para una situación de “carácter humanitario”. El trasfondo de la participación militar estadounidense en estas maniobras, queda más claro si atendemos a las palabras del Comandante del Comando Sur de Estados Unidos, Kurt Tidd, en su informe ante el Congreso estadounidense en este mismo año : “La creciente crisis humanitaria en Venezuela puede obligar a una respuesta regional”.

Todas estas derivas, por supuesto, se han visto acompañadas de un aumento drástico de la represión sobre los movimientos sociales y de la expansión de las organizaciones y de la influencia pública de la extrema derecha. Declaraciones de diputados, como Bolsonaro, reivindicando la última dictadura militar y la tortura; acciones violentas de grupos, como el Movimiento Brasil Livre (MBL), impidiendo el desarrollo actividades artísticas (como en el Santander Cultural de Porto Alegre); los generalizados discursos criminalizadores, sexistas, conservadores, antipopulares y racistas realizados por personalidades públicas o por organizaciones  como Vem para Rua, Aliança Brasil, etc.

Este proceso, por supuesto, ha sido respondido con decisión por los movimientos sociales brasileños, mediante movilizaciones masivas y con la extensión de la actividad de organizaciones de pobladores, campesinos sin tierra, trabajadores precarios, mujeres y excluidos de todo tipo. Es en el marco de este contexto que las agresiones contra el movimiento libertario y el resto de los movimientos populares por parte de un poder estatal plenamente deslegitimado y crecientemente autoritario, se han sucedido con una enorme intensidad. Los casos paradigmáticos de esta represión se precipitan a una enorme velocidad, como la incriminación de 18 estudiantes y un profesor en el Estado de Goiás (que acabó finalmente con un acuerdo ante el juzgado) por su participación en la ocupación  de la  Secretaría de Educación, Cultura y Deporte (Seduce) y de al menos 27 escuelas de este Estado brasileño en una oleada de luchas estudiantiles contra el cierre de centros de enseñanza, entre diciembre de 2015 y enero de 2016.

Pero la agresión más grave contra el movimiento libertario en Brasil se produjo el  25 de octubre de este mismo año, cuando  la policía de Rio Grande do Sul inició una investigación conocida como Operación Erebus, cuyo objetico principal era criminalizar a la  Federación Anarquista Gaucha (FAG), una organización popular de larga trayectoria en el Sur de Brasil.

En el marco de esta operación, la sede de la FAG fue registrada, así como el espacio cultural Parhesia y la ocupación urbana Pandorga. Se confiscaron  ordenadores, USB y HDs , así como garrafas de plástico que la policía afirma que se iban a utilizar para confeccionar explosivos caseros. También se confiscaron libros y materiales de teoría y propaganda anarquista, cosa que incluso la justicia prohibió, sin que la policía hiciera caso. Treinta activistas fueron acusados, en medio de una gigantesca campaña criminalizadora en la que la  Rede Globo, el principal grupo mediático brasileño, en su programa estrella “El Fantástico”,  presentaba de forma descontextualizada a la militancia de la FAG, mientras supuestos expertos debatían sobre los tipos penales que cabría teóricamente aplicar; y la cadena televisiva SBT  calificaba de “neonazis” a un grupo declaradamente anarquista que ha trabajado durante décadas con los sectores más excluidos y discriminados racialmente de la sociedad.

Mientras tanto, los movimientos populares de Rio Grande do Sul, denuncian que la constitución de proto-milicias fascistas y el aumento de los crímenes de odio se desarrollan impunemente en el Estado.  Reuniéndose en grupos de apoyo al diputado Bolsonaro, los militantes de la extrema derecha muestran una gran actividad en las redes sociales, enseñando armas de fuego y animando a los «Ciudadanos de bien» a atacar a los «izquierdistas”. De hecho, en una movilización de los funcionarios  municipales de Porto Alegre (capital de Rio Grande do Sul) un profesor fue golpeado con un bate retráctil por un matón de un youtuber, supuestamente vinculado al MBL, organización que al día siguiente fue recibida con gran cordialidad por el alcalde. También, en la universidad, fue atacada una actividad académica relativa al centenario de la Revolución Rusa, al grito de “¡intervención militar, ya!”

Podríamos seguir, en esta narración de la fascistización creciente del ejercicio del poder por parte de la clase dirigente brasileña ligada a las fuerzas que sostienen el gobierno de Michel Temer. Las tensiones sociales se acumulan en Brasil, principal economía de América Latina y uno de los países emergentes con más potencialidad estratégica. En palabras de Emir Sader, Brasil constituye hoy en día, ante la falta de legitimidad del gobierno neoliberal y la creciente actividad de los movimientos sociales, el eslabón débil de la cadena neoliberal en América Latina. El proceso de derechización del continente, tras victorias electorales como la de Mauricio Macri en Argentina, o golpes palaciegos como el desarrollado en el país carioca, aún puede detenerse y revertirse por la movilización de los organismos populares que, por ello, están siendo objeto de una acrecentada represión. La solidaridad y el apoyo mutuo son bienes de ida y vuelta, la cadena de ternura y amistad que recorre y hace fuerte el hilo rojo de la rebeldía que se extiende a través del mundo. Tirar de ese hilo, alimentarlo, apoyar a quienes construyen el mañana, es también trabajar por nuestro horizonte más preciado.

José Luis Carretero Miramar.

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